4 de mayo de 2015

De molino a molino, una ruta singular por La Hiruela




Si algo caracteriza a La Hiruela es que parece que el tiempo se ha detenido en ella… una pequeña aldea situada en las faldas de la Sierra del Rincón (Sierra norte de Madrid), que invita a relajarse, parar el reloj y disfrutar del entorno sin prisas... y eso fue lo que decidimos hacer nosotros a partir de ese momento, parar el tiempo y dejarnos llevar.



Pero llegar a La Hiruela no es fácil, ya que es un rincón escondido a los pies del Alto de Bañaderos, por lo que el acceso se realiza por el Puerto de La Hiruela (1.478 m.) a través de una sinuosa carretera no apta para propensos a mareos. Si vais con niños lo mejor es llevar bolsas a mano porque son 5 km de curvas y carreteras estrechas que, por el contrario, dejan unas vistas a paisajes increíbles.

Una vez conseguimos descender el puerto y llegar al pueblo aparcamos a la entrada, donde hay un parking público, pues el acceso al casco urbano está cerrado los fines de semana.


Y es entonces cuando te recibe un paisaje anclado en el tiempo, un conjunto de casas de piedra, adobe y madera que conservan aún sus estructuras originales, la sierra del Rincón al fondo y un peral de 200 años que te da la bienvenida nada más pisar la calzada de piedra que da acceso al pueblo.



Y como teníamos previsto comer en el pueblo, lo que hicimos fue reservar nada más llegar y así nos asegurábamos de tener sitio al volver de la ruta, pues tienen 3 restaurantes y se llenan todos los fines de semana.


Atravesando el pueblo nos llamó mucho la atención un pequeño restaurante llamado Ad Libitum, enclavado en una casa antigua casa de piedra y pizarra que nos pareció el marco perfecto para terminar una jornada de senderismo. Allí nos recibió Julia, la propietaria y chef del restaurante, y nos hizo sentir como en casa, mostrándonos el restaurante y las cocinas como si fuésemos unos más de su familia. Y nos sentimos tan cómodos que lo tuvimos clarísimo, ése sería nuestro remanso de paz durante la comida. Además, el olor a judiones que te impregnaba nada más entrar, ese puchero haciendo chup, chup, esa tarta de chocolate recién hecha y esa empatía que desprendían tanto Julia como Carlos, lo hacían un lugar único.






Y así, con el estómago ya empezando a revolucionarse por todas las suculencias que nos habían mostrado, comenzamos nuestra ruta.

La ruta comienza al final del pueblo, saliendo por la calle de la izquierda de la iglesia, no tiene pérdida porque encontraréis un sendero muy verde con una pequeña vereda flanqueada por almendros.




Seguimos por el sendero a través de numerosas trochas adecentadas por tablones de madera (que vienen muy bien en la época de lluvias pues se evita meter el calzado en los numerosos charcos y barrizales que se forman en el camino).






Y atravesamos un robledal espectacular, hasta llegar a un dique de piedra y alcanzar el Molino Harinero de la Hiruela, en perfecta conservación. Además hay una zona de merendero con mesas parar hacer una parada para comer en caso que hagáis picnic.




Es el momento de atravesar el puente de madera que cruza el río Jarama. Esto les encanta a los niños pues se sienten como grandes exploradores, habiendo alcanzado su meta! Ha llegado la hora de coger la cámara y plasmar fotografías con este bello paisaje de fondo.




A partir de aquí, cruzamos el puente y continuamos por la vereda derecha, siempre paralelos al río. Importante ir con cuidado por esta zona por las numerosas rocas que hay y que a veces suelen estar húmedas. 



Siguiendo este camino, subiendo y bajando la vereda, llegamos a una zona arenosa del río que cruzaremos para llegar a una pradera espectacularmente verde junto al río, lo que le confiere un enclave de película!






Allí nos encontramos con las ruinas de un molino antiguo (Molino de Juan Bravo, perfectamente indicado). Se puede observar en el prado que aún se conserva la piedra del molino.


Tras un par de volteretas, carreras, pies en el agua y descanso, proseguimos por la pradera y nos adentramos en un bosque de robles que en esta época del año, están sin hojas… pero cubiertos de un líquen blanco que hace que parezca una localización de película de miedo! Por lo que la época idónea para hacer esta ruta es el otoño, donde todos los árboles dejan lucir sus coloridas hojas que van desde los tonos amarillos a los rojizos y el paisaje cambia por completo.





Aún así, las vistas son maravillosas desde lo más alto de la ruta. Seguimos avanzando por robledales hasta alcanzar una pequeña senda que nos lleva hasta el siguiente pueblo. 




Al llegar al pueblo de Cardoso de la Sierra, que ya pertenece al término municipal de Guadalajara, nos encontramos con una arquitectura muy similar a La Hiruela y donde os recomiendo sin duda El Sueño de los Gatos, una casa rural de alquiler completo (para unas 12-14 personas), que está genial para grupos de amigos y familias. Nosotros hemos estado en otra ocasión y además de contar con espacios amplios y muy bien decorados (los niños tienen futbolín y zona de juegos dentro de la casa) tiene una zona de barbacoa y esparcimiento justo frente a la casa, que hará las delicias de niños y no tan niños.


Al llegar aquí, lo que hicimos nosotros fue desandar un poco el camino y coger la señalización que nos llevaba de vuelta a La Hiruela, que sin mal no recuerdo, eran unos 2 km. Este camino de vuelta es más fácil porque que sigue atravesando bosques de sotos, robles y álamos y no tiene demasiada pendiente, por lo que se hace muy llevadero.




Y cuando se cumplían las 3 horas de ruta (ida y vuelta), llegamos exhaustos a nuestro destino! Julia y sus elaborados platos nos esperaban al calor de las paredes de piedra y de la chimenea.

Nos sentamos en la planta de arriba, preciosa, con un doblao de madera y un tragaluz de lado a lado que iluminaba toda la estancia. Nuestra mesa, según subes a mano izquierda, tenía una pequeña ventana por donde entraba el sol que la hacía diferente a las demás.

Tocaba el momento de degustar las viandas. Ad Libitum no tiene menú, solo carta, que cambia semanalmente, por lo que no sabíamos qué nos íbamos a encontrar… pero las sugerencias de la casa se convirtieron en toda una experiencia gastronómica.


Recomendable el revuelto de morcilla, ya sabéis que para nosotros es todo un clásico y lo pedimos allí donde vamos. Éste especialmente suave y cremoso. Seguimos con unos garbanzos salteados con manzana y foie, todo un descubrimiento, increíble la fusión del sabor y textura del foie con la dulzura de la manzana y los garbanzos.


Estos fueron los entrantes, para seguir con secreto ibérico, simplemente espectacular, una carne de la zona de gran calidad que se deshacía en la boca… y un milhojas de capón con foie que me dejó sin palabras. Bien presentado, bien cocinado, una combinación perfecta.



Y no dejéis de pedir la tarta de queso de postre, aunque todos están buenísimos ya que son caseros, pero la tarta de queso es mi debilidad!


Un dato importante es que a partir de octubre se mudan a Montejo de la Sierra con el nombre de Casa Julia – Cermoso, por si vais en esa época que lo tengáis en cuenta.

Y después de, como ya me conocéis, una larga sobremesa… tocaba regresar (por la sinuosa carretera), así que nos armamos de valor y comenzamos el ascenso al puerto. La verdad es que se hizo más corto el camino de lo que pensábamos, así que decidimos parar en el pueblo medieval de Buitrago de Lozoya, al que tengo especial cariño por las muchas veces que mis padres nos llevaban a mis hermanos y a mi de pequeños.



Buitrago de Lozoya es un enclave particular, con el río Jarama en todo su esplendor pegado a sus bien conservadas murallas, las cuales se pueden recorrer a lo largo de un buen trecho. Los niños disfrutan mucho de esta parte porque relatan sus historias de caballeros y princesas subidos a las murallas.



Merece la pena destinar un buen rato a disfrutar de sus calles y su entorno. Y terminar tomando un cafelito o un vinito en alguna de las terrazas de la plaza del pueblo, que tienen ambiente muy veraniego.


Y con el alma repleta de buenas viandas, bellos paisajes y grandes momentos con amigos… la vuelta a casa, como siempre, fue todo un sinfín de recuerdos de la jornada y nuevos propósitos para las siguientes escapadas.

Waiting for the next step. Nata Caminata